domingo, 14 de septiembre de 2014

Desarmando al patriarcal y enfermo Complejo de Edipo


Tomado de la Presentación del libro Asalto al Hades de Casilda Rodrigañez Bustos.
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Edipo es un personaje de una obra de Sófocles (siglo V a.c.), aunque en realidad era el protagonista de una fábula que se transmitía por vía oral y que fue recogida con distintos matices interpretativos por diversos autores. Es un personaje, que al igual que el de Arturo y otros, encarna la auténtica tragedia, la vuelta de tuerca que supone la conversión de la criatura humana en individuo de la sociedad patriarcal.

Edipo fue estigmatizado antes de nacer; la mujer que le gestó y que le parió no deseó su vida sino su muerte, promocionando el paradigma de mujer patriarcal que, dentro de la institución del matrimonio, debe sacrificarlo todo, incluíd@s l@s propi@s hij@s, por el padre. El deseo de vida, de generar la vida y de proteger a las generaciones, propio de la maternidad, cede ante la ley, según la cual, la vida debe mutilarse para someterse a la empresa del Poder y a aquellos que lo encarnan.

La razón que empujó a Yocasta a entregar a su hijo para que fuese muerto, fué la salvación del padre, Laio: un oráculo había vaticinado que Edipo cuando fuera adulto mataría a Laio y se acostaría con Yocasta. Luego volveremos sobre este oráculo, inventado como coartada de Yocasta. Lo cierto es que una mujer envía a su hijo a la muer te porque quiere salvar a su marido (¿para salvarse a sí misma?), y su lealtad a él es la ley suprema; una ley que dicta que la mujer no es mujer por sí misma, sino en función del hombre. Pues la mujer debe anular su sexualidad, su deseo materno hasta donde haga falta, si es preciso hasta matar a la criatura que ha gestado y parido, para entregar su cuerpo en exclusiva al marido.

Sin embargo el mito no debe quedar ahí, porque nos haría sospechar de una ley que condena a víctimas inocentes, y sería incompatible con una imagen del matrimonio como institución benefactora.

Por eso, hay que presentar las cosas al revés de como son; hay que culpabilizar a la víctima: para lo cual se inventan el tánatos innato, el pecado original, o los deseos lascivos de los bebés de realizar el coito con la madre. Y correlativamente, hacer desaparecer el deseo materno (ocultándolo o malignizándolo: la necesidad de los 7 ó 40 días de purificación de la madre o la necesidad de la asepsia y de los cuidados hospitalarios que establece la Medicina para romper la simbiosis madre-criatura).

Veamos como se llega a culpabilizar a Edipo: Edipo es salvado porque el criado al que se le había ordenado darle muerte se compadece de él y en lugar de matarlo, lo abandona; luego un pastor le encuentra, también se compadece de él (la compasión es enemiga de la ley), y lo entrega a sus amos, los reyes de Corinto, que deciden adoptarlo. Edipo crece feliz, sin saber la verdad de su origen ni de sus circunstancias. Pero un buen día, siendo ya un hombre joven, oye un comentario sobre sus padres que le intranquiliza; entonces decide peregrinar a Delfos para hablar con el oráculo y averiguar la verdad. El oráculo le repite lo mismo que a Yocasta: que está destinado a matar a su padre y a acostarse con su madre. Horrorizado, y creyendo todavía que sus padres adoptivos son sus verdaderos padres, decide no regresar a casa; prefiere abandonar su confortable situación en Corinto antes de que se cumpla el oráculo (otra prueba de la bondad de sus intenciones). En un camino, un hombre le provoca y le agrede; él replica y le mata: era Laio. En su peregrinar sin destino, llega a Tebas, su pueblo natal, que según la leyenda se encontraba bajo el maleficio de una esfinge. La mano de la reina viuda Yocasta sería la recompensa de aquel que liberase al pueblo del maleficio. Edipo lo consigue, no por conseguir la recompensa, ni porque se hubiera enamorado de Yocasta, sino porque le conmueve la desgracia del pueblo. Y así es como se casa con su madre, sin tener la más mínima sospecha de que lo era.

Veamos todo esto más despacio. Estamos acostumbrad@s a pasar deprisa por la historia de Edipo, y es la historia más sutil que jamás haya sido escrita (aunque quizá menos sutil que cualquier historia verdadera).

Reparemos en que Edipo mata a Laio sin saber que era su padre y replicando a su provocación. Que se casa con Yocasta, sin seducirla ni desearla y sin saber que es su madre. ¿Por qué, si se quería hacer a Edipo culpable, se le presenta lleno de buenos sentimientos y compasivo, trasgrediendo la ley en el desarrollo de su bondad, en total ignorancia, y digamos que por una fatídica casualidad? ¿Por que no se construye un personaje que al averiguar la verdad de que sus padres le enviaron a que fuera muerto, se venga matando a su padre y seduciendo a su madre?
 

Se podrían escribir miles de páginas especulando sobre las respuestas a estas preguntas. Pero en definitiva, lo que esta historia nos dice, es que aunque se nazca y se crezca con las mejores intenciones de amor a los demás y de compasión por los semejantes, hay algo interior e innato que nos impulsa a cometer delitos contra los seres más queridos y al mismo tiempo, más sacralizados, contra la Autoridad más suprema: los padres.

Así se estigmatizan los deseos de las criaturas a las que se les atribuye un ‘complejo de Edipo’ innato e inherente a su condición; así que, ¡ojo con lo que quieren l@s niñ@s! pues sus inclinaciones, ya sabemos, son de naturaleza perversa.

Y por eso l@s niñ@s tienen que dormir sólos, en sus cunas y en sus cuartos. Este es el primer mandamiento de la Ley del tabú del sexo y del Complejo de Edipo.

Sobre este tema Karmela Valverde está haciendo un estudio muy interesante, porque aquello de que, ante todo l@s niñ@s no tienen que dormir con sus padres, tiene mucha más miga de lo que parece.

Tras esa norma se esconde no sólo la destrucción de la sexualidad de la mujer adulta, sino también de la sexualidad primaria e infantil, una mutilación básica de la condición humana que se realiza con la coartada de impedir el desarrollo del Complejo de Edipo; es decir, de impedir que la criatura desarrolle su instinto incestuoso de tener relaciones sexuales con sus padres, entendiendo dichas relaciones tal como hoy las entendemos: falocéntricas, coitales, etc.

En realidad lo que se quiere impedir que se desarrolle es la sexualidad básica y común humana; impedir que se desarrollen espontáneamente el gusto, el tacto, el olfato, la confianza y la sensibilidad de los seres humanos, las cualidades filogenéticamente fijadas para relacionarse entre sí.

La antropología más seria nos había dicho ya que el tabú del sexo estaba en el orígen de nuestra civilización; pero su significado concreto, el qué y el cómo, eran una nebulosa indefinida.

Para imaginarlo basta pensar en lo que se deja de hacer por culpa del tabú del sexo; es decir, el freno a los instintos que se les echa a l@s niñ@s para que no chupen, no toquen, no huelan, no se confundan en los cuerpos de sus semejantes; ¡y la manera tan tajante y absoluta con la que se paran esos instintos!

Estos instintos, estos deseos hacia sus semejantes están a flor de piel en las criaturas, que todavía no han interiorizado del todo el tabú del sexo ni tienen las corazas blindadas adultas. Y si dejamos a nuestr@s hij@s que duerman con nosotr@s y que jueguen con nuestros cuerpos y con los de sus herman@s, veremos que estos instintos y deseos no se dirigen al coito, sino simplemente hacia esas relaciones humanas armónicas que deberían existir, a las relaciones básicas que corresponderían a nuestro género humano.

Nuestro pensamiento, desde el siglo XVIII, tiene un aspecto que le diferencia del pensamiento de los clásicos antiguos. Por ejemplo, hoy no se puede justificar que, en nombre de Cristo, los cruzados matasen y se comiesen a los habitantes de las aldeas que encontraban en su ruta desde Europa occidental hasta Jerusalén. En cambio, la práctica del canibalismo para alimentar a los ejércitos de las Cruzadas fue mencionada en las historias clásicas de las Cruzadas escritas, no sólo del lado musulmán sino también del lado cristiano, antes del siglo XVIII(1); lo mismo que en La Historia de las Indias, Bartolomé de las Casas dice lo que luego se oculta, o sea que Colón y los suyos en 60 años de dominación, asesinaron a los indígenas de la actual Cuba y de las otras islas caribeñas, hasta su extinción total. Hoy tenemos que hacer funcionar el sistema sin darnos cuenta de lo que hacemos, creyendo que el Matrimonio o la Pareja son el paradigma de la plena sexualidad y del bientestar que buscamos, que el Capital es lo que nos da de comer, y el Terrorismo de Estado la democracia más pacífica y justa.

Yo creo que Sófocles tenía que hacer a Edipo bueno y culpable al mismo tiempo; esa era –y es– la tragedia; pero la tragedia no es una fatalidad del destino, sino una acción del Poder concreto que convierte a la criatura humana en individuo de la sociedad patriarcal. La tragedia que sufre cada criatura es que el Poder le quita a la madre, y su vida, en lugar de ser una expansión del placer y del bienestar, se convierte en sufrimiento, ansiedad y angustia; y además, encima, le echan la culpa.

Esa contradicción de ser bueno y ser culpable, es decir, de ser culpable por ser bueno, caracteriza el proceso de inserción de la criatura humana en las instituciones sociales que ya han invertido lo que es bueno y lo que es malo; por ejemplo, un niñ@ que defiende su vitalidad protestando y cogiendo berrinches es malo, y un niñ@ que acepta sin quejarse las normas pediátricas de comer y dormir cuando le toca, de estar sol@ en la cuna, etc. etc., es bueno. La criatura vive una tragedia, un sufrimiento, y encima, ella es la mala, la culpable. Como dice Alice Miller, la sociedad patriarcal hace de cada criatura humana una víctima culpabilizada.


Entonces la autoridad paterna –que representa la Ley– tiene como cometido que la criatura que sólo anhela hacer el bien, amar y ser amada, se convenza de que es perversa y culpable por desear aquello que las normas no permiten. Nacemos estigmatizad@s, en pecado, con un tánatos adjudicado y los deseos calificados de lascivos e incestuosos; la culpa está adscrita por Ley a la criatura humana para encubrir y justificar la obra devastadora del Poder. Hoy lo mismo que ayer, sólo varían las coartadas.
Hasta que leí L’enfant sous terreur de Alice Miller, no había caído en la cuenta de que Edipo mata a Laio sin saber que era su padre y se acuesta con Yocasta sin saber que era su madre.Y si es posible que en este siglo nos pase desapercibido algo tan importante como que el famoso Edipo es una víctima culpabilizada y sacrificada por y para establecer las relaciones de Poder, es porque nos la presentan y comentan (todo el mundo conoce la historia de Edipo sin haberla leído directamente de Sófocles) de manera que nadie se fije en ese detalle que hoy sería discordante.
En el Edipo mitológico no hay pulsión incestuosa, eso está claro; pero sí hay el desgarramiento de la criatura abandonada por su madre; sí hay la madre que se desnaturaliza como madre para ser mujer del padre; sí hay que la mujer es esposa del hombre; sí hay la pareja adulta que se cierne como Poder omnímodo sobre la criatura humana.
Y como además, según la teoría freudiana, la pulsión incestuosa del Edipo innato es inconsciente, aunque no nos demos cuenta de nada, pueden convencernos de que somos así de perversos. Y si en alguna terapia o en algún sueño, recordamos algún deseo de los cuerpos de nuestros padres, ya está la prueba definitiva de nuestra naturaleza perversa e incestuosa; puesto que carecemos de referencias que nos hagan entender el sentido bondadoso de esos deseos, y por eso nadie, o casi nadie, llega a comprender que esa pulsión reprimida que el psicoanálisis y la sociedad en general califica de incestuosa, es la sexualidad básica humana, cien por cien benefactora y autorreguladora de los cuerpos y de las relaciones sociales. Y por supuesto que de esta trágica represión no son culpables l@s niñ@s sino la sociedad adulta.
Así es como Freud equipara, a pesar de todas las incongruencias, las peripecias del anhelo latente de la simbiosis y de la sexualidad prohibida en la infancia de sus pacientes, con las peripecias de la historia de Edipo. Podíamos pensar también: se podía haber omitido la primera parte de la historia, sin que Yocasta entregue a su hijo para que le maten; podría haberlo dado en adopción por una amenaza de guerra o de una catástrofe natural o algún imperativo que hiciese bondadoso el gesto de la madre. Pero ésta sería otra historia distinta; esta historia tiene que presentar a una mujer que es función del hombre, y que por ello se desanaturaliza como madre para subordinar y someter la vida de las criaturas al Padre. Es decir, una mujer ‘edipizada’ o con un ‘ego’ edípico.
Porque el Complejo de Edipo se encadena con el de Medea; Medea fué la que mató a sus hij@s, a modo de venganza, cuando Jasón la dejó para irse con otra más joven.

La mujer que ante la falta del padre-marido, da muerte, o desea la muerte de sus hij@s, es el caso extremo de la mujer que sólo concibe su existencia –y su maternidad– en función del hombre. Es la punta del iceberg de esa sublimación profundamente arraigada en la mujer patriarcal (psíquica y emocionalmente edipizada), que niega la existencia de la mujer por sí misma, y nos hace existir en función del hombre padre-marido.

Pensemos cómo tiene que estar emocionalmente una mujer para ser capaz de matar a sus propi@s hij@s, como ha sucedido, no en la mitología, sino en unos casos recientes que han trascendido a los medios de comunicación. Hasta qué punto emocional y psíquicamente una mujer puede existir sólo por y para su marido.
La estructuración edípica de la psique es, en parte, la misma en el ego masculino y en el ego femenino: implica la interiorización de la culpa, la negación de los deseos, el afán de poseer y la introyección de la Autoridad; pero también, y ahí está la gran diferenciación cultural de los géneros, la subordinación sexual, psíquica, emocional y social, de la mujer al hombre, de Yocasta a Laio, (que envía a dar muerte al hijo para salvar a Laio). Es decir, en la historia de Edipo también está el universo simbólico de la mujer que es función del hombre; los egos edípicos tienen las dos variantes que sustentan los géneros. Pero como al hablar del Complejo de Edipo se suele obviar el paradigma de mujer que implica, es oportuno hablar también del Complejo de Medea como una continuación del Edipo, que explica el estado de sublimación emocional de la mujer patriarcal, que desde niña aprende de su madre a contemplarse a sí misma através de la mirada del hombre (L. Melandri). Pero volvamos a la historia de Edipo, cuando al final de la tragedia éste se entera de que Laio era su padre y Yocasta su madre, y entonces se siente culpable, (ahora me convenzo de que soy perverso), y se autocastiga arrancándose los ojos, y se autocondena al exilio y a vivir mendigando. Aquí es donde Sófocles hace que Edipo dé el paso definitivo y se reconozca como criatura de la sociedad patriarcal. Si Sófocles hubiera querido hacer una obra de reivindicación de la matrística, hubiera terminado con un Edipo que, al enterarse de la verdad, se llena de ira y cólera contra Yocasta y Laio por haberle condenado a morir.

Según nos cuenta Sófocles, para confirmar su verdadera relación de parentesco con Yocasta y Laio, Edipo manda a buscar al pastor que le salvó la vida de pequeño, porque quiere saber la verdad a toda costa (otra prueba de su inocencia). Cuando le encuentra y se entera de que efectivamente Laio era su padre y Yocasta su madre, y de que habían ordenado su muerte cuando era un bebé, lo lógico hubiera sido que Edipo, en lugar de sentir culpa, explotase de rabia y de indignación; pues Edipo no puede dar por buena la decisión de sus padres de eliminarle, no puede sacralizar la Autoridad hasta el punto de sentirse culpable de su conducta inocente, y de pasar por alto la conducta criminal de la Autoridad que había dictado su muerte con premeditación y alevosía. No, Edipo no puede sentirse culpable de haber matado a un prepotente jactancioso, por mucho que luego resultara ser su padre, porque era un padre que, por lo menos y que se sepa, había ordenado matar a una criatura inocente, que era él, y además Edipo no sabía quién era aquel personaje que le provocó. Ni tampoco culpable de haberse casado con Yocasta, cuando él no sabía que era su madre; mejor dicho, cuando esa mujer había dejado de ser su madre al abandonarle, y había creado la distancia y la ignorancia; ni era tampoco culpable de esa distancia y de esa ignorancia, de no saber quién era la mujer que le había parido. Porque de la ignorancia y de la distancia, de la mentira y de la frialdad, también eran culpables sus padres, que le habían abandonado dejando ocultas las circunstancias de su nacimiento.

Pero Edipo debe ser culpable para salvar la Autoridad adulta, para sacralizar el paradigma del padre y de la madre patriarcal, y para ocultar la devastación que producen en las criaturas; y entonces dejar también sepultado en la oscuridad el orígen del malestar y del sufrimiento de las criaturas humanas, a lo largo de su conversión en individuos patriarcales.

domingo, 10 de agosto de 2014

¿Qué es el sionismo?

 
Por Thierry Meyssan
 
A mediados del siglo XVII, los calvinistas británicos se reagruparon alrededor de Oliver Cromwell y cuestionaron la fe y la jerarquía del régimen imperante en Gran Bretaña. Después de derrocar la monarquía anglicana, el «Lord protector» pretendió permitir al pueblo inglés alcanzar el estado de pureza moral necesario para atravesar una tribulación de 7 años, acoger el regreso de Cristo y vivir apaciblemente con él durante 1 000 años (el «Millenium». Para ello, según su interpretación de la Biblia, había que dispersar a los judíos por todo el mundo, reagruparlos después en Palestina y reconstruir allí el templo de Salomón. Bajo esa perspectiva, Oliver Cromwell instauró un régimen puritano, anuló en 1656 la medida que prohibía a los judíos instalarse en Inglaterra y anunció que su país se comprometía a crear en Palestina el Estado de Israel.

Al ser derrocada la secta de Cromwell, al final de la «Primera Guerra Civil Inglesa», y resultar muertos o exilados sus partidarios, se restableció la monarquía anglicana y esta abandonó el sionismo –o sea, el proyecto de creación de un Estado para los judíos. Pero resurgió en el siglo XVIII, con la «Segunda Guerra Civil Inglesa» –así se denomina en los manuales de Historia de la enseñanza secundaria del Reino Unido– que el resto del mundo conoce como la «Guerra de Independencia de los Estados Unidos» (1775-83). Contrariamente a lo que todo el mundo cree, esa guerra no se basó en los ideales de la Ilustración, que más tarde animaron la Revolución Francesa, sino que fue financiada por el rey de Francia y se libró por motivos religiosos y al grito de «¡Nuestro Rey es Jesús!».

George Washington, Thomas Jefferson y Benjamin Franklin, por sólo mencionarlos a ellos, se presentaron como los sucesores de los partidarios exilados de Oliver Cromwell. Lógicamente, Estados Unidos retomó el proyecto sionista.

En 1868, la reina Victoria designó como primer ministro de Inglaterra al judío Benjamin Disraeli, quien propuso conceder algo de democracia a los descendientes de los partidarios de Cromwell para poder apoyarse sobre todo el pueblo y extender por el mundo el poder de la Corona. Sobre todo propuso una alianza con la diáspora judía como medio de aplicar una política imperialista cuya vanguardia sería precisamente esa diáspora. En 1878, el propio Disraeli incluyó «la restauración de Israel» en el orden del día del Congreso de Berlín sobre la nueva repartición del mundo.

Fue sobre esa base sionista que el Reino Unido restableció relaciones con sus ex colonias de América, ya convertidas en Estados Unidos, al término de la «Tercera Guerra Civil Inglesa», denominada en Estados Unidos como «American Civil War» y en Europa continental como la «Guerra de Secesión» (1861-1865), en la que salieron vencedores los WASP (White Anglo-Saxon Puritans) sucesores de los partidarios de Cromwell. También en este caso es de manera totalmente errónea que se presenta esa guerra como una lucha contra la esclavitud sin tener en cuenta que 5 Estados del norte todavía seguían practicando esa forma de explotación.

O sea, casi hasta el final del siglo XIX, el sionismo es un proyecto exclusivamente puritano y anglosajón al que se suma sólo una élite judía. Pero es firmemente condenado por los rabinos, quienes interpretan la Torah como una alegoría y no como un plan político.

Entre las consecuencias actuales de esos hechos históricos está el que haya que reconocer que el sionismo, además de plantear como objetivo la creación de un Estado para los judíos, también sirvió de base a la fundación de Estados Unidos. A partir de esa conclusión, la cuestión de saber si las decisiones políticas de ese conjunto se toman en Washington o en Tel Aviv deja de tener relevancia. La misma ideología controla el poder en ambos países. Por otro lado, al ser el sionismo el elemento que permitió la reconciliación entre Londres y Washington cuestionarlo es atacar la base misma de esa alianza, la más poderosa del mundo.

La adhesión del pueblo judío al sionismo anglosajón

En la historia oficial actual generalmente se pasa por alto el periodo del siglo XVII al siglo XIX y se presenta a Theodor Herzl como el fundador del sionismo. Sin embargo, según las publicaciones internas de la Organización Sionista Mundial, eso también es falso.

El verdadero fundador del sionismo contemporáneo no es un judío sino un cristiano dispensionalista. El reverendo William E. Blackstone era un predicador estadounidense que consideraba que los verdaderos cristianos no tendrían que sufrir las duras pruebas del fin de los tiempos. Predicaba que los verdaderos cristianos serían sustraídos a la batalla final y enviados al cielo (el llamado «arrebatamiento de la Iglesia», en inglés «the rapture»). Para el reverendo Blackstone, los judíos librarían esa batalla, de la que saldrían además convertidos a la fe del Cristo victorioso.

Es la teología del reverendo Blackstone lo que sirvió de base al inquebrantable apoyo de Washington a la creación de Israel. Y eso sucedió muchos antes de la creación del AIPAC y de que ese grupo de presión proisraelí tomara el control del Congreso de Estados Unidos. En realidad, el poder de ese grupo de presión no reside tanto en su dinero y su capacidad para financiar campañas electorales como en esa ideología, que aún sigue vigente en Estados Unidos.

Por muy estúpida que pueda parecer, la teología del «arrebatamiento» es hoy en día muy poderosa en Estados Unidos. Incluso se ha convertido en un fenómeno de librería y ha llegado a las pantallas cinematográficas (Ver el film Left Behind, con Nicolas Cage, cuyo estreno está programado para el mes de octubre).

Theodor Herzl era un admirador del comerciante de diamantes Cecil Rhodes, el teórico del imperialismo británico y fundador de Sudáfrica, de Rhodesia (a la que incluso dio su nombre) y de Zambia (ex Rhodesia del Norte). Herzl no era israelita y ni siquiera le había hecho la circuncisión a su hijo. Ateo, como muchos burgueses europeos de su época, Herzl recomendó al principio la asimilación de los judíos, estimando incluso que debían convertirse al cristianismo. Sin embargo, retomando la teoría de Disraeli, Herzl concluyó que la mejor solución era hacerlos participar en el colonialismo británico creando un Estado judío, en la actual Uganda o en Argentina, así que siguió el ejemplo de Cecil Rhodes con la compra de tierras y con la creación de la Agencia Judía.

Blackstone logró convencer a Herzl de que debía vincular las preocupaciones de los dispensionalistas con las de los colonialistas. Para eso bastaba con estipular que la creación de Israel debía ser en Palestina y justificarla con referencias bíblicas. Gracias a esa idea bastante simple Blackstone y Herzl lograron que la mayoría de los judíos se sumara a su proyecto. Hoy en día Herzl está enterrado en Israel –en la cima del Monte Herzl– y el Estado israelí puso en su ataúd la Biblia anotada que Blackstone le había regalado.

Así que el objetivo del sionismo nunca fue «salvar al pueblo judío dándole una patria» sino hacer triunfar el imperialismo anglosajón asociando los judíos a esa empresa. Además, no sólo el sionismo no es un producto de la cultura judía sino que la mayoría de los sionistas nunca fueron judíos, mientras que la mayoría de los judíos sionistas no son israelitas. Las referencias bíblicas, omnipresentes en el discurso oficial israelí, sólo reflejan el pensamiento del sector creyente del país y su principal función no es otra que convencer a la población estadounidense.

Fue durante ese periodo cuando se inventó el mito del pueblo judío. Hasta aquel momento los judíos se habían considerado como personas pertenecientes a una religión y reconocían que sus correligionarios europeos no eran descendientes de los judíos de Palestina sino de otras poblaciones que se habían convertido a esa religión durante el transcurso de la Historia.

Blackstone y Herzl fabricaron artificialmente la idea según la cual todos los judíos del mundo serían descendientes de los antiguos judíos de Palestina. A partir de ese momento el término «judío» comienza a aplicarse no sólo a la religión israelita sino que pasa a designar también una etnia. Basándose en una lectura literal de la Biblia, todos los judíos pasan así a ser beneficiarios de una promesa divina sobre la tierra palestina.

El pacto anglosajón para la creación de Israel en Palestina

La decisión de crear un Estado judío en Palestina fue tomada conjuntamente por los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos. La negoció el primer juez judío de la Corte Suprema estadounidense, Louis Brandela, bajo los auspicios del reverendo Blackstone, y fue aprobada tanto por el presidente estadounidense Woodrow Wilson como por el primer ministro británico David Lloyd George después de los acuerdos franco-británicos Sykes-Picot, en los que Francia y Gran Bretaña se repartían el «Medio Oriente». Este acuerdo sólo se hizo público de forma paulatina.

Al futuro secretario de Estado británico para las Colonias Leo Amery se le confió la tarea de instruir a los veteranos del «Cuerpo de Muleros de Sión» para crear, con los agentes británicos Ze’ev Jabotinsky y Chaim Weizmann, la «Legión Judía» en el seno del ejército británico.

El 2 de noviembre de 1917, el ministro británico de Relaciones Exteriores, Lord Balfour, envió a Lord Walter Rotschild una carta abierta en la que se comprometía a crear un «hogar nacional judío» en Palestina. El presidente estadounidense Woodrow Wilson incluyó la creación de Israel entre sus objetivos de guerra oficialmente reconocidos (es el n° 12 de los 14 puntos presentados al Congreso de Estados Unidos el 8 de enero de 1918).

Todo ello demuestra que la decisión de crear el Estado de Israel no tiene nada que ver con la masacre contra los judíos desatada 20 años después en Europa, durante la Segunda Guerra Mundial.

El 3 de enero de 1919, durante la conferencia de paz de París, el emir Faisal –hijo del sharif de la Meca y futuro rey del Irak británico– firmó con la Organización Sionista Mundial un acuerdo donde se comprometía a respaldar la decisión anglosajona.

Así que la creación del Estado de Israel, concretada en contra de la población de Palestina, también contó con la complicidad de las monarquías árabes. En aquella época, el sharif de la Meca Husein ben Ali no interpretaba el Corán como lo hace el Hamas, no pensaba que «una tierra musulmana no puede ser gobernada por no musulmanes».

La creación jurídica del Estado de Israel

En mayo de 1942, las organizaciones sionistas realizaron su congreso en el hotel Biltmore de Nueva York. Los participantes decidieron convertir el «hogar nacional judío» de Palestina en el «Commonwealth judío» (referencia al Commonwealth brevemente instaurado por Cromwell en lugar de la monarquía británica) y autorizar la inmigración masiva de los judíos hacia Palestina. En un documento secreto se fijaron 3 objetivos muy precisos:
- «(1) El Estado judío abarcaría la totalidad de Palestina y probablemente la Transjordania;
- (2) el desplazamiento de la población árabe a Irak y
- (3) el control por parte de los judíos de todos los sectores de desarrollo y control de la economía en todo el Medio Oriente.»

En aquel momento, casi todos los participantes en el congreso de Nueva York ignoraban que la «solución final de la cuestión judía» (die Endlösung der Judenfrage) acaba de entrar en aplicación secretamente en Europa.

En definitiva, cuando los británicos ya no hallaban qué hacer para complacer simultáneamente a los judíos y los árabes, la ONU –que sólo contaba entonces con 46 Estados miembros– propuso un plan de partición de Palestina a partir de las indicaciones que le habían proporcionado… los británicos. Debía crearse un Estado binacional conformado por un Estado judío, un Estado árabe y una zona «bajo régimen internacional especial» para administrar los lugares sagrados (Jerusalén y Belén). El proyecto fue adoptado mediante la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU.

Sin esperar por la continuación de las negociones, el presidente de la Agencia Judía, David Ben Gurión, proclama unilateralmente el Estado de Israel, inmediatamente reconocido por Estados Unidos. Los árabes que vivían en territorio israelí se vieron sometidos a un régimen de ley marcial, se limitaron sus desplazamientos y sus pasaportes fueron confiscados. Los países árabes que acababan de alcanzar la independencia decidieron intervenir pero, al no disponer de ejércitos ya conformados, fueron rápidamente derrotados. Durante aquella guerra, Israel procedió a una limpieza étnica y obligó no menos de 700 000 árabes a huir de sus hogares.

La ONU envió como mediador al conde Folke Bernadotte, diplomático sueco que había salvado miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. El conde Bernadotte comprobó que los datos demográficos transmitidos por las autoridades británicas eran falsos y exigió que se aplicara plenamente el plan de partición previsto para Palestina. No está de más recordar en este punto que la Resolución 181 implica el regreso de los 700 000 árabes expulsados de sus tierras, la creación de un Estado árabe y la internacionalización de Jerusalén.

El conde Folke Bernadotte, enviado especial de la ONU, fue asesinado el 17 de septiembre de 1948, por orden del futuro primer ministro de Israel, Yitzhak Shamir.

La Asamblea General de la ONU reaccionó adoptando la Resolución 194, que reafirma los principios ya enunciados en la Resolución 181 y proclama además el derecho inalienable de los palestinos a regresar a su tierra y a ser indemnizados por los perjuicios sufridos.

Sin embargo, Israel –que mientras tanto había arrestado, juzgado y condenado a los asesinos de Bernadotte– fue admitido como miembro de la ONU, después de comprometerse también a respetar y aplicar sus resoluciones. Inmediatamente después de la admisión de Israel como Estado miembro de la ONU, los asesinos del enviado de la ONU fueron amnistiados y el individuo que había disparado sobre el conde se convirtió en guardaespaldas personal del primer ministro israelí David Ben Gurión.

Desde su admisión en la ONU, Israel ha violado constantemente las sucesivas resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad sobre la cuestión israelo-palestina. Sus vínculos orgánicos con dos de los miembros del Consejo de Seguridad con derecho de veto han mantenido a Israel fuera del alcance del derecho internacional. Israel se ha convertido así en un Estado offshore gracias al cual Estados Unidos y el Reino Unido pueden darse el lujo de fingir ser Estados que respetan el derecho internacional, cuando en realidad lo violan a través de ese seudo Estado.

Creer que la cuestión de Israel es un problema exclusivo del Medio Oriente es un error total y absoluto. Hoy en día, Israel opera militarmente en todo el mundo, como agente del imperialismo anglosajón. En Latinoamérica fueron agentes israelíes quienes organizaron la represión durante el intento de golpe de Estado contra el presidente de Venezuela Hugo Chávez, en 2002, y también en Honduras durante el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, en 2009. En África, había agentes israelíes por todos lados durante la guerra de los Grandes Lagos y fueron ellos quienes organizaron la captura de Muammar el-Kadhafi. En Asia, agentes israelíes dirigieron el asalto y masacre contra los Tigres Tamiles, en 2009, etc. En cada ocasión, Londres y Washington juran que nada tienen que ver con lo sucedido. Por otro lado, Israel controla numerosas instituciones mediáticas y financieras, como la Reserva Federal estadounidense.

La lucha contra el imperialismo

Hasta el momento de la disolución de la URSS era evidente que la cuestión israelí está vinculada a la lucha contra el imperialismo. Todos los antiimperialistas del mundo –incluyendo el Ejército Rojo japonés– apoyaban la causa palestina e incluso luchaban junto a los palestinos en el Medio Oriente.

Hoy en día, la globalización de la sociedad de consumo y la pérdida de valores que esta ha provocado han traído una pérdida de conciencia sobre el carácter colonial del Estado hebreo. Árabes y musulmanes son los únicos que siguen sintiéndose implicados en la causa palestina y dan pruebas de empatía con el destino de los palestinos, pero ignoran los crímenes israelíes cometidos en el resto del mundo y no reaccionan ante los demás crímenes del imperialismo.

Sin embargo, en 1979, el ayatola Ruholla Khomeini explicaba a sus seguidores iraníes que Israel no era más que una marioneta en manos de los imperialistas y que el único verdadero enemigo era la alianza entre Estados Unidos y el Reino Unido. Por el sólo hecho de haber expresado esa simple verdad, Khomeini fue caricaturizado en Occidente y los chiitas fueron presentados como herejes en Oriente. Hoy en día, Irán es el único Estado del mundo que envía armas y consejeros a la Resistencia palestina mientras que los regímenes sionistas árabes debaten amablemente con el presidente israelí por videoconferencia en medio de las reuniones del Consejo de Seguridad del Golfo.

Fuente: Red Voltaire

viernes, 21 de septiembre de 2012

La Reencarnación: Consuelo de tontos

Estuve viendo un programa sobre las sectas peligrosas que influían de tal manera en sus fieles que incluso les llevaban a cometer suicidio, y esto me hizo reflexionar sobre el "aprecio" que le tienen a la vida estas sectas, o sea ningún.

La falacia de la reencarnación se puede demostrar con un poco de simple razonamiento y sentido común, pero primero veamos que cual es su definición según Wikipedia:


La reencarnación es la creencia consistente en que una esencia individual de las personas (ya sea mentealmaconciencia o energía) adopta un cuerpo material no solo una vez sino varias.
En otras palabras y en un lenguaje mas entendible a nuestras mentes tecnológicas, podríamos decir que la reencarnación es una creencia según la cual, nuestra alma, espíritu o energía de vida tiene un código de barras, documento de identidad espiritual o codigo QR escaneable único que nos identifica de las demás personas, hasta ahí todo Ok.

Ese código de alma se encuentra almacenado en una base de datos espiritual de dios, el universo o deidad favorita, el cual genera un gráfico estadístico de nuestras buenas y malas obras. Al final hay un balance tipo contable de los resultados y dependiendo de ello, (según el credo católico) nos vamos al cielo o al infierno. Pero en este caso como tratamos de la reencarnación, reencarnaríamos en una planta, animal o un ser humano dependiendo de nuestro comportamiento.

Ahora veamos con un poco de sentido común, porque la reencarnación seria una completa falacia.

Primero, si en el supuesto de que la reencarnación se va a dar en un futuro lejano cuando alguien muere, entonces eso quiere decir que en un pasado lejano ya se ha dado, incluso durante milenios se han ido dando millones de casos. Por lo tanto debe poder probarse y comprobarse científicamente la reencarnación. Es mas, debe haber pruebas irrefutables de su existencia. Pero la realidad nos demuestra que no es así, solo hay creencias y nada mas que eso. Entonces si no se puede demostrar que haya ocurrido en el pasado o este ocurriendo en el presente, como alguien puede aventurarse a decir que va a ocurrir en el futuro?

Segundo, si la reencarnación tiene algún valor sustancial o mejor dicho sirve de algo útil, entonces las personas reencarnarían con todas las características de su anterior vida. Me explico. Asumamos que la reencarnación existe, aunque no haya evidencias de su existencia, solo asumamos que existe, solo para que se haga mas fácil lo que les quiero explicar. Se ha escuchado de muchos casos de personas que afirman haber reencarnado y saber quienes fueron en sus vidas pasadas. Pero curiosamente no tienen las mismas características que en su vida pasada. Por ejemplo, alguien dice que en su vida pasada fue un gran pintor, pero en su vida actual no pinta ni un garabato, entonces cual es la utilidad de la reencarnación? Para que sirve si no vas a heredar (por así decirlo) las mismas habilidades, conocimientos, recuerdos, experiencias, personalidad, carácter, forma de ser y un largo etcétera que le den verdadero valor a la reencarnación? Si la reencarnación te convierte en una persona completamente diferente a la que fuiste en tu vida pasada cual es su sentido o su razón de ser?

Tercero y ultimo. Si no se puede demostrar o comprobar la reencarnación y si no tiene verdadera utilidad (no heredas las características), entonces la supuesta reencarnación no es mas que lo que todos sabemos por pura cultura básica y sentido común, que la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Si esa energía hoy sirve para darte la vida, dentro de un siglo servirá para hacer crecer un árbol, darle vida a un animal o a otro ser humano. Es lógico, simple, de sentido común, pero siempre habrá algunos charlatanes de la nueva era haciendo creer a los demás que la reencarnación te espera, todo para sacarte dinero y para que esperes a la otra vida recién para vivir tu vida.

Como dijo una gran filosofa peruana: "Vive la vida y no dejes que la vida te viva".

Yo diría: "No dejes que otros te la vivan".